Hace
aproximadamente unos tres años (marzo de 2011), escribí en este mismo blog una
entrada sobre “Los Grecos de la capilla de San José de Toledo” [1],
a propósito de las pinturas de El Greco que allí se guardan y de las que fueron
enajenadas por sus propietarios a principios del siglo XX.
Esta entrada, la
más visitada de este blog, ha cobrado una nueva actualidad, con motivo de la
celebración en 2014 del IV centenario de la muerte de El Greco, conmemorada por
todo lo alto en la Ciudad Imperial, con magnas exposiciones y apertura al
público de los Espacios El Greco, alguno poco conocido del público como el
convento de Santo Domingo el Antiguo y otros totalmente desconocidos, al estar cerrados
desde hace muchos años, como sucede con esta capilla de San José que hemos
visitado este año por primera vez en la vida.
Al actualizar
ahora estos datos, me ha parecido oportuno mantener los correspondientes a la
introducción y a la historia de la capilla, manteniendo, con algunas pocas
modificaciones, lo entonces escrito, y completar los contenidos de la segunda
parte, con lo relativo a lo observado en la visita a esta capilla.
Introducción
La ciudad de Toledo guarda en su
laberinto urbano, joyas ocultas que muchos forasteros y aún los propios
toledanos, desconocen. Uno de estos tesoros escondidos es la capilla de San
José, sita en la calle Núñez de Arce, muy cerca de la parroquia de San Nicolás
y no lejos de la plaza de Zocodover, centro neurálgico del casco histórico.
La actual calle de Núñez de Arce (creo que
antes se llamaba Torno de Carretas o del Correo), formada en su mayor parte por
casas nobles y palacios tenía una importancia singular en el Toledo
renacentista, ya que por ella accedían a la ciudad las comitivas de personajes
importantes para dirigirse a la Catedral o al Palacio Arzobispal[2].
En dicha calle y en el número 7, en uno de
los rincones más sorprendentes y encantadores de Toledo, se encuentra la
capilla de San José, adosada al palacio de los condes del Vado y de Guendulain,
actualmente propiedad de los marqueses de Eslava, que hoy vamos a visitar con
motivo de su apertura al público durante la conmemoración del IV Centenario
2014 de El Greco.
Principalmente, lo que nos interesa de esta
capilla son sus dos Grecos, el “San José con el Niño” y la “Coronación
de la Virgen”, únicos que restan en el sitio, luego de que en 1907, un
antepasado del actual titular, el político conservador Joaquín
María de Mencos y Ezpeleta, Conde de Guendulain, vendiera a un marchante
francés, por 300.000 francos, otros dos soberbios Grecos conservados en la
capilla, que hoy se guardan en la
National Gallery de Washington: “San
Martín partiendo la capa” y “La Virgen y ángeles acompañados de Santa Martina y Santa Inés”[3]. Una autentica desgracia y
uno de los muchos latrocinios legales que tuvieron lugar en Toledo “la
despojada”.
La pista de estos dos Grecos supervivientes,
desconocidos para el gran público hasta la apertura de la Capilla, me la dio hace
unos años un libro, primorosamente editado en 1961 por ediciones Hauser y Menet,
titulado “Una obra maestra de El Greco. La capilla de San José de Toledo”[4], adquirido en un puesto de
libros de El Rastro por un precio interesante (10€) y del que es autor el Dr.
Halldor Sohener, quien fue destacado historiador del arte y director de museos,
especialista en la obra de El Greco.
Como es habitual, antes de comentar estas
obras de arte, nos hemos documentado[5] sobre la historia de esta
fundación que es la que resumimos a continuación.
Historia de la capilla de San José
La capilla de San José de Toledo la
fundó un rico y generoso comerciante,
quizás un converso, de nombre Martín Ramírez, muerto en 1569[6]. Cuentan las crónicas o la leyenda, que para
el caso es lo mismo, que viendo este caballero próxima su muerte y no teniendo
descendientes directos, pues era soltero, quiso dejar sus bienes temporales a
obras divinas y, estando ya en su lecho de muerte fue convencido por un padre
jesuita, llamado Pablo Fernández de que “lo
mejor sería que emplease su patrimonio en un fundación carmelitana”
(Soehner). Convencido el moribundo de que esto era lo mejor para su alma dejó
encargado de la fundación a su hermano Alonso Álvarez Ramírez y a su cuñado (o yerno del anterior) Diego
Ortiz de Zayas, “apodado “el teólogo” por
sus muchos conocimientos” (Martínez-Burgos), quienes a tal fin se pusieron
en contacto con Teresa de Ávila, la cual se trasladó a Toledo para tratar el
asunto, el 24 de marzo de 1569.
Al año siguiente, las monjas, con el dinero
que les dieron los albaceas, compraron unas casas que antes fueron del marqués de Montemayor[7], y que luego formarían el
palacio de los condes del Vado y de
Guendulain, con la obligación de erigir al lado suyo una capilla. Las monjas permanecieron en dichas
casas trece años, hasta 1584, pero la falta de dinero no les permitió cumplir
lo pactado por lo que desistieron del proyecto mudándose a otro lugar de la
ciudad. Entonces, los herederos de Martín Ramírez, después de un largo pleito
para hacerse con la frustrada fundación carmelitana, decidieron erigir una capilla cuyas obras comenzaron en 1588 y
terminaron, tras alguna interrupción, en 1596, aunque la capilla fue consagrada antes, el 26 de diciembre de
1594.
La capilla y esto fue una gran novedad, se
dedicó a San José cuyo culto, desconocido hasta entonces, empezaba a florecer
en el siglo XVI, fomentado, en gran parte, por la Santa de Ávila quien había
dedicado ya al padre putativo de Jesús su primera fundación (monasterio
reformado de San José de Ávila, en 1563)[8]. A la influencia de la
Santa cree Soehner que se debe la elección de santo patrón para la capilla “viniendo
a ser la primera iglesia o capilla dedicada originalmente al santo en toda la
Cristiandad”[9]
.
Los fundadores de la capilla la dotaron
ricamente y la pusieron bajo el patronato de sus parientes, los marqueses de
San Antonio, pasando luego a los condes de Guendulain y más tarde a los
actuales patronos los marqueses de Eslava.
En 1597, según un contrato hallado por
Soehner en el Archivo de Protocolos de
Toledo, otorgado por “el dotor Martín Ramírez[10],
clérigo presbítero, patrón y capellán mayor de la capilla de los capellanes del
senor san Josef desta ciudad de Toledo, que doto y fundo la buena memoria de
Martín Ramírez, difunto vezino que fue desta ciudad de Toledo” y por “Dominico
Theotocopuli Greco, pintor vecino de Toledo”, este se obligó a realizar
tres retablos, principal y colaterales “conforme a la traza que de ellos
esta dada”. La obra, debía estar
terminada, según contrato, el día de la Virgen de agosto de 1598 pero el pintor
se retrasó en el cumplimiento del encargo y al final tuvo serias diferencias
con su patrono en cuanto la valoración del trabajo. La escritura de concordia
que firmaron patrono y pintor el 13 de diciembre de 1599, valoró la obra, por
acuerdo de los tasadores en 31.328 reales.
Al parecer hubo pleito por la tasación que el patrono consideró elevada,
aunque finalmente desistió y acabo por aceptar la tasación. Se duda sobre si
esta tasación lo fue solo por el retablo principal, como aprecia Pérez Sánchez,
o por el conjunto de arquitectura y pintura de los tres retablos, lo que
Álvarez Lopera[11]
considera más probable, si se compara el precio de la tasación de esta obra con
otras pinturas del cretense[12].
Años más tarde de la colocación de los
retablos se instalaron los sepulcros de los fundadores, Martín Ramírez y Diego
Ortiz, en sendos nichos a cada lado del altar mayor. Soehner atribuye el diseño
de estos sepulcros con decoración escultórica a Jorge Manuel, el hijo de El
Greco, y supone, como fechas para la realización de estos, los años 1610-20.
A fines del siglo XVII, ya bajo Carlos II,
el santuario de la capilla fue pintado y decorado de nuevo conforme a las
exigencias artísticas y gustos de la época. Los frescos de la bóveda del ábside
tratan la historia de San José y María así como los del coro, con rica
ornamentación, pudieron ser obra de Claudio Coello, según Soehner o, más
probablemente, de José Jiménez Donoso, según otros. Durante este mismo siglo y
el siguiente se adornó la capilla con muchas pinturas al óleo que todavía
cubren todavía las paredes laterales que al tiempo de la construcción estaban
enlucidas.
El episodio más triste de la historia de
esta capilla, al que ya hemos aludido al
principio, tuvo lugar en 1906 cuando fueron vendidos por su propietario,
el conde de Guendulain, los dos cuadros de El Greco que
figuraban en los retablos laterales “La Virgen con el Niño en gloria con las
santas Inés y Martina” y “San
Martín partiendo su capa con el pobre”, también conocido como “San
Martín y el mendigo”. La historia de la venta de estos cuadros a un anticuario francés, M. Parés, por 30.000
duros, la contó la escritora y periodista Carmen de Burgos “Colombine”, por
entonces “desterrada” en Toledo. Según cuenta Colombine en sus
“Memorias” ni el Arzobispado, ni el Gobierno Civil ni el
Ayuntamiento de la época movieron un
dedo por impedir la venta de estos cuadros
solicitada por su propietario “para atender a los gastos de las reparaciones de la
capilla y para fundar otras capellanías”. “Entre todos la mataron”
sentencia la afamada y combativa periodista y los cuadros fueron finalmente a
la colección Widener de Filadelfia[13] y de allí a la National
Gallery de Washington, donde actualmente se encuentran (ahora temporalmente han
vuelto a Toledo).
Descripción de la capilla
Provisto de nuestra entrada, adquirida por
Internet al excesivo precio de 8€, me planto a la hora convenida delante de la
capilla cuya verja y puerta de entrada veo abiertas por primera vez en mi vida.
Exterior
La capilla es un buen ejemplo del arte
herreriano siendo su arquitecto Nicolás
de Vergara el Mozo (1542-1606), muy vinculado a la orden carmelitana, y
que se ocupó de todos los detalles
constructivos y decorativos.
Al exterior los muros son de mampostería y
ladrillo, con una portada realizada en granito y compuesta por un arco de medio
punto, enmarcado por dos columnas de fuste liso y capitel dórico que soportan
el entablamento y el frontón triangular con acróteras de bolas. El friso lleva
una inscripción que dice así: BIS GENITI TUTOR, JOSEPH, CONIUXQUE PARENTIS,/HAS
AEDES HABITAT, PRIMAQUE TEMPLA TENET/ (José, tutor del hijo de Dios, y esposo
de su madre, habita esta casa, y tiene en ella su primer templo).[14]
En el arranque del tejado hay una gran
galería de arcos de medio punto[15], por encima de la cual se
encuentra una espadaña cuyos laterales ostentan volutas y que corona un frontón
triangular rematado por una cruz.
Las puertas son de madera con estoperoles
(clavos de cabeza grande y redonda), herrajes, cerrajas y llamadores de hierro
forjado, del siglo XVII.
Interior
Antes de entrar, en el atrio, una amable
empleada me indica que el tiempo sugerido para la visita son 15 minutos. Ahorro
exteriorizar cualquier comentario, aunque para mi fuero interno pienso que no
es de recibo escatimar el tiempo que cada uno dedique a la contemplación de la
capilla y de sus elementos artísticos, algo que no sucede en ningún otro museo
o exposición, que yo recuerde.
Obvio es decir que no está permitido hacer
fotografías y que la información que recibe el visitante se limita a la que
figura en una cartela interior, bastante somera, por cierto.
En su interior, compruebo que la capilla es
un edificio de planta centrada cubierto por cúpula, siguiendo un eje
longitudinal. En la planta podemos distinguir tres espacios: la entrada que es
un vestíbulo rectangular con bóveda de cañón donde está situado el coro alto;
en medio, un cuerpo principal cuadrangular cubierto con cúpula semicircular sobre pechinas y,
finalmente, el presbiterio cubierto con bóveda semicircular de media naranja,
al que se accede por medio de dos escalones (añadidos en el siglo XVIII).
Previo a centrarme en los dos cuadros de El
Greco hago un recorrido visual por los muros laterales donde hay gran número de
lienzos y algunas tallas que no parecen de gran calidad.
Comenzando, de forma heterodoxa, por el lado
del Evangelio (izquierda, según se entra), podemos ver una “Virgen con el niño”, (siglo XVI); “Santa Catalina” coronada de espinas y
abrazada a un crucifijo (siglo XVII); una cuadro grande de “Cristo en la cruz”, muy tenebrista
(siglo XVII); un “Niño Jesús abrazando
una cruz” (siglo XVII) y otra “Virgen
con el Niño” en su regazo, de influencia italiana (siglo XVII). En el
retablo lateral[16]
de este lado donde estuvo el cuadro de El Greco “San Martín y el mendigo” hay una pésima copia del original.
Retablo
mayor
El retablo mayor resulta bastante complejo y
ha sido considerado “como la obra más
revolucionaria de El Greco, por el carácter tan dinámico y por la estructura de
“retablo dentro de otro retablo”[17], aunque no se conserva
tal y como lo diseño el cretense al haberse añadido a la parte central en el
siglo XVII nuevos elementos barrocos. Supone, según Soehner, una innovación con respecto al
retablo tradicional porque no se organiza en varios cuerpos que alojan cuadros
superpuestos, sino que acoge una sola escena de gran tamaño retablo mayor, por
lo que escribe, “ocupa una posición particular en la historia de la
arquitectura del retablo español”[18].
Su estructura se adapta a las paredes, por
lo que es un retablo oblicuo y no recto. Esta realizado en madera dorada y
policromada y consta de un cuerpo y ático, limitado a los lados por altas
pilastras que terminan en semifrontones en forma de segmentos; entre estas y el
cuerpo del retablo se sitúan dos tallas en madera policromada de bulto redondo
colocadas sobre ménsulas que representan al rey
David, con el arpa y coronado, y a Salomón (posiblemente añadidas en el
siglo XVII)[19].
El cuerpo central, se halla flanqueado por
dobles columnas corintias estriadas, que sostienen el entablamento recto y sobre
él un gran cartucho con una cabeza de ángel alada; está rodeado de formas
vegetales que parecen posteriores al retablo. En este cuerpo central, bajo un
arco de medio punto, va el lienzo de “San
José con el Niño”, de El Greco, que luego describiremos. En el ático,
enmarcado por pilastras, aparece un recuadro rectangular que alberga el otro
cuadro de El Greco, un óleo sobre lienzo de la “Coronación de la Virgen”; el lienzo va rematado por un frontón triangular
y en su parte delantera lleva dos tallas exentas de los obispos mártires
Ponciano y Lucio.
El programa iconográfico de este retablo (al
igual que sucede con los retablos laterales), añade Alvarez Lopera[20], está relacionado con la
dedicación de la capilla a San José y su utilización como lugar del
enterramiento del fundador Martín Ramírez. En el retablo mayor la imponente
figura de San José, representado como
protector y guía de Jesús domina el conjunto. A su lado, las estatuas de
David y Salomón recuerdan la ilustre ascendencia del santo patriarca. La escena
del ático con la Coronación de la Virgen nos muestra al completo a la Divina
Familia. De este modo, como ya viera Soehener “el programa pictórico
repartido en dos zonas, expresa, ante todo la unión íntima de la Sagrada
Familia en el orden terrenal y el celeste”. De otro lado, la dedicación
funeraria a la capilla, explica la aparición de las estatuas de los papas
Ponciano y Luciano (santos del día del nacimiento de los fundadores) en el
ático del altar mayor.
Por debajo del retablo, se encuentra el sagrario
y a ambos lados sendos relicarios en madera dorada con columnas estriadas y
frontón curvo con un angelote en el tímpano y bolas de remate (siglos XVI-XVII).
En cuanto a las pinturas murales que decoran
la bóveda, atribuidas a José Jiménez Donoso, el pintor de Consuegra, de muy
buen colorido, tratan de la historia de José y María en tres cuadros
desarrollados dentro de unos óvalos: en el lado del Evangelio (izquierda), el “Sueño de San José; en el lado de la
Epístola (derecha), los “Desposorios de
la Virgen” y en el centro “Nacimiento
de Cristo”, todas ellas rodeadas de profusión de guirnaldas y de alegres
angelitos que juguetean por las alturas.
Sepulcros
A ambos lados del altar, en sendos nichos,
están los sepulcros de los fundadores Martín Ramírez y Diego Ortiz, colocados
seguramente después de 1611, fecha del fallecimiento de este último. Estos
nichos llevan una decoración pintada típica de la época que imita labores de
mármol y se identifican respectivamente por lápidas escritas en latín que
ensalzan las virtudes y las obras
piadosas de los difuntos así como los motivos de la fundación[21]. Dentro de los nichos van
los sepulcros, realizados en mármol y coronados por un obelisco rematado en
bola; a los lados, fijémonos en los dos angelitos de los que se dice fueron
obra del hijo de El Greco, Jorge Manuel. El conjunto es elegante dentro de la
sobriedad.
Sobre cada uno de estos dos sepulcros hay
dos lienzos de gran tamaño: “Santa Teresa
de Jesús en éxtasis”, con ángeles, uno de los cuales le atraviesa con una
flecha el corazón (siglo XVII)[22] y el “Retrato de Martín Ramírez”, sentado
escribiendo a la mesa (siglo XVII).
A ambos lados del presbiterio, vemos dos tallas,
ambas del siglo XVIII, un “San José con el
Niño” (izquierda) y una “Virgen del Carmen
con el Niño” (derecha).
En el lado de la Epístola (derecha), en el
muro lateral, pueden verse otros cuadros; en lo alto, hay un “San Pablo” (siglo XVIII), un “San Pedro”,
pareja con el anterior y en medio de los dos un ”San Jerónimo penitente” (siglo XVIII); por debajo un “Bautismo de Cristo” (siglo XVI) y otro
santo sin identificar. El retablo lateral, que albergó el cuadro de la “Virgen con Santa Martina y Santa Inés” (sustituido
por una mala copia) es en todo idéntico al del lado del Evangelio.
Los cuadros del retablo mayor
El “San
José con el Niño” del altar mayor
es, a juicio de Álvarez Lopera, una de las mayores creaciones del pintor y
además muy original en su iconografía. En efecto, durante toda la Edad Media,
San José había sido tratado como una figura secundaria dentro del marco de
escenas mayores y solo a partir de 1500, en Alemania y en los Países Bajos, se
le representa con la categoría de figura independiente. El Greco, lo que hace
es introducir esa representación en España, “aprovechando” que el Concilio de
Trento había prestado un nuevo auge al culto al santo patriarca y cambiado la
imagen que hasta entonces se tenía de él como un varón provecto y no como un hombre joven, fuerte y vigoroso tal
como aquí nos lo representa[23].
Conforme a esta nueva figuración, San
José aparece como caminante, protector y guía del Niño Jesús. Viste túnica azul y manto amarillo y lleva en su
mano derecha un largo bastón que, como advirtió Soehner, sirve al tiempo de
bastón de caminante y de cayado o báculo pastoral, al encorvar su extremo
superior, que simboliza la doble dirección material y espiritual que,
en virtud de sus excepcionales méritos, presta San José al Niño, el cual,
vestido de granate, se arrebuja en el cuerpo de su padre putativo buscando y
reconociendo su protección.
En la parte superior, un grupo de ángeles se
precipita desde las nubes expresando asimismo el simbolismo de las imágenes: el
gran ángel vestido tiene en su diestra
un lirio, símbolo de la inocencia y pureza de alma, el símbolo de la virtud de
San José por su casto desposorio con
María. En su mano izquierda lleva un manojo de rosas, símbolo del amor y el
júbilo celestial, que el ángel de la
derecha esparce sobre el santo. El otro ángel, a la izquierda trae una corona
de laureles, el símbolo de la fama eterna que el santo patriarca ha merecido
por su conducta ejemplar.
En el fondo del paisaje se distingue la
silueta de la ciudad de Toledo, que aparece pintada aquí por vez primera, si bien, para no tener que renunciar a la
representación de ninguno de sus monumentos emblemáticos, el pintor ha partido
en dos la panorámica haciendo aparecer como discontinuo lo que en realidad está
unido (la torre de la catedral y el Alcázar quedarían en caso contrario detrás
de las figuras de San José y el Niño ).
Con esta representación, escribe Soehner, “el
Santo se remonta sobre la Tierra en tamaño sobrehumano: un gigante que custodia
el mundo y que vela sobre él. Así se hace visible la excelsitud de San José,
quien se convierte en el símbolo del “héroe cristiano”, que protege a la Tierra
y en especial a Toledo” [24].
En el otro cuadro, el del ático, la “Coronación
de la Virgen”, del que lamento no poder ofrecer una imagen en color, el artista retomó un modelo muy popular en el arte
italiano, que ya había utilizado en el retablo
de Talavera la Vieja, con el que los críticos lo relacionan.
Coronación de la Virgen. Retablo de Talavera la Vieja |
La
diferencia es espacial, el formato vertical de aquel retablo se trasforma en
este en un formato apaisado, pero la composición, dividida en dos zonas, es
idéntica. Álvarez Lopera también observa que aunque entre ambos cuadros existen
similitudes, “aquí se ha acentuado la tendencia al alargamiento de las
figuras que aparecen también algo desmaterializadas y la Virgen ha cobrado una
mayor plenitud y flexibilidad corporal”.
En la zona inferior, un grupo de santos
contempla la escena de la Coronación: San Juan Bautista y San Juan Evangelista,
San Pedro, Santiago y otros dos apóstoles sin atributos, quizás San Andrés y
San Pablo (la elección de estos santos era, por lo general, objeto de acuerdo entre el patrono y el
pintor). El grupo deja entre ellos un espacio triangular abierto hacia arriba
en el que se inserta la figura de la Virgen. El enfoque, de abajo a arriba, y
la iluminación contribuyen a dar una sensación de lejanía y acentúa el papel
intermediador de los santos entre la
Coronación y los fieles.
En la zona superior, donde se representa la
escena de la Coronación, “María lleva
un manto azul prusia y túnica rojo graniza, colores que repercuten en el
rojo granate de las vestiduras y el azul del manto de Cristo” mientras Dios
Padre aparece vestido de blanco. Estos colores, ardientes y brillantes son los
que reserva El Greco para las personas celestiales en todos sus cuadros.
Renunciamos a la descripción de los dos
cuadros que figuraban en los retablos laterales tan lamentablemente perdidos[25]. El lector puede
encontrarlos temporalmente en la exposición “El Griego de Toledo” en el Museo de
santa Cruz (hasta el 14 de junio de 2014). Nunca estuvieron tan cerca. Me
hubiera gustado verlos de nuevo en el sitio para el que fueron pintados, cada
uno en su retablo, pero parce ser que la capilla no reúne las condiciones requeridas
para su perfecta conservación.
Hasta aquí lo visto. Solo queda disfrutar la
visita y sacar partido de los 8€ empleados. Por supuesto, cualquier comentario,
observación o corrección de lo escrito será
bienvenida.
©
Manuel Martínez Bargueño
Abril,
2014
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y quieres preguntar, comentar o aportar algo al respecto, puedes dejar un
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Martínez (Manuel Martinez Bargueño).
Gracias. Manuelblas.
NOTAS
[2]Rosario
Díaz del Corral “Toledo Renacentista.
Arquitecturas de Toledo. Volumen II. Del Renacimiento al Racionalismo”.
Servicio de Publicaciones de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha 1992, pág.41.
[3]
Estas dos pinturas de El Greco pueden
contemplarse en la exposición “El Griego
de Toledo” en el Museo de Santa Cruz, del 14.03 al 14.06 de 2014.
[4]“Una obra maestra de El Greco. La capilla de
San José de Toledo”. Dirección y texto Dr. Halldor Soehner. Museo Nacional
de Baviera. Nota preliminar Dr. Enrique Lafuente Ferrari. Museo de Arte
Moderno, de Madrid. Ediciones Hauser y
Menet S. A. Madrid, 1961.
[5]
A la entrada de la casa de los marqueses, un empleado vende (10€) la
publicación, muy bien editada por Antonio Pareja, “El Greco en la capilla de San José” de la que es autora Paloma
Martínez-Burgos García.
[6]
Según Palma Martínez-Burgos García el
comerciante Martín Ramírez nació en 1499 y murió el 31 de octubre de 1568.
[7]
Las casas en cuestión, según Paloma
Martínez-Burgos García, eran propiedad
de Alonso Sánchez de Toledo y de Doña Bernalda de Quirós.
[8]La Orden carmelitana conservó esta tradición de forma que a finales del siglo
XVIII estaban consagrados a San José doscientos de sus conventos. Pedro de
Alcántara extendió su culto a los
franciscanos y los jesuitas le consagraron una capilla en sus iglesias
españolas.
[9]Alfonso
E. Pérez Sánchez. “Las series perdidas de
El Greco. La capilla de San José en Toledo”, en El Greco de Toledo.
Ministerio de Cultura. Dirección General de Bellas Artes, Archivos y
Bibliotecas. Fundación Banco Urquijo, 1982, p.164. La nota la toma de Cossio.
[10]Este
Martín Ramírez era catedrático de Teología de la Universidad de Toledo y
sobrino del fundador del mismo nombre (Manuel B. Cossío. El Greco. Colección
Austral Espasa-Calpe Argentina S. A. Tercera edición. 1965, pág. 164).
[11]José
Álvarez Lopera. “El Greco. La obra esencial”. Silex. 1993, pág. 190.
[12]Por “El Expolio” pagaron a
El Greco 2.500 reales y por “El entierro del Conde de Orgaz”, 13.200 reales.
[13]Peter
A. B. Wiedener fue un importante magnate de los ferrocarriles y apasionado
coleccionista en los años finales del siglo XIX. Se interesó sobre todo por el
Renacimiento italiano y por la pintura flamenca. Su afán coleccionista fue
continuada por su hijo Joseph E. Wiedener que se apasionó por la obra de El
Greco así como de autores modernos como Manet, Renoir, Degas, Sargent y
Whislert. La colección, compuesta por
noventa pinturas, cuarenta y una esculturas y numerosísimas piezas de
artes menores, fue donada a la National
Gallery con la condición de mantenerse y exhibirse unida.
[14]“Inventario artístico de
Toledo capital." Tomo I. Centro Nacional de Información Artística, Arqueológica
y Etnológica. Madrid 1983, pág. 379.
[15]La
galería de la parte superior de una fachada es un elemento bastante frecuente en la arquitectura civil toledana del
Renacimiento que permitía a sus moradores gozar de espléndidas vistas por
encima de los tejados de los edificios circundantes.
[16]
El retablo en si es típico del Renacimiento. Consta de un solo cuerpo enmarcado por columnas de fuste estriado y
capitel compuesto que sostienen el entablamento, friso y cornisa, sobre los que
va el frontón triangular, rematado por tres bolas.
[17] Palma
Martínez-Burgos. ob cit, pág.41.
[18]
Este autor considera que este retablo supone una anticipación al “retablo
ilusionista barroco” y lo considera la obra arquitectónica más
revolucionaria de El Greco, haciéndolo derivar del altar de Santa Bárbara en Santa María Formosa
de Venecia.
[19]
Bajo el pedestal de David corre una leyenda que dice así: “VÁSTAGO DEL
UNIGÉNITO, REGIRÁ ETERNAMENTE EN NUESTRA CIUDAD, COMO UN FRUTO LLENO DE
SEMILLA” y en el lado de Salomón dice: “JOSÉ CONFORMÓ SU SACRIFICIO CON EL
VÁSTAGO Y DEJÓ LA GLORIA DE LA PATERNIDAD AL A VIRGEN MARÍA Y A DIOS".
[20]Álvarez Lopera, ob.cit. pág.
193.
[21]
La traducción de estas lápidas al castellano es la siguiente, según el libro
citado de Palma Martínez-Burgos: Enterramiento d Martín Ramírez: “Martín Ramírez, de noble linaje, distinguido
por su devoción y culto a la religión, eligió para su sepultura este templo que
había erigido por sus propios medios desde sus cimientos y protegido
considerablemente, estableciendo e él ocho sacerdotes y determinado varios días
solemnes. Para el Hospicio real fijó una importante cantidad anual, ordenó, que
en lo sucesivo, quince ciudadanos, que habían de ser elegidos por el patrono,
les fuese concedido una renta anual vitalicia
y mandó dar un subsidio tres veces al año a pobres honrados de algunas
parroquias. Estas y otras excelentes disposiciones demuestran su espíritu
piadoso. Falleció a la edad de setenta años, el último día de octubre de 1569”.
En el otro sepulcro, la inscripción dice: “Diego
Ortiz y Dª Francisca Ramírez, su esposa, de noble linaje, de singular
integridad y modestia, los primeros patronos de este templo, que habían erigido
en gran parte con sus propios medios, cumpliendo al edificarlo el testamento de
Martín Ramírez, establecieron aquí dos sacerdotes que habían de ayudar anualmente
en las grandes y prolongadas solemnidades; después de señalar otra importante
cantidad para otros fines, dejaron tras sí otros muchos testimonios de su
religión y piedad por su liberalidad y munificencia. Y donaron grandes rentas
para los futuros patronos y propietarios del templo en fideicomiso inalienable.
La esposa falleció antes que su marido, ella a los treinta y nueve años, el 12
de mayo de 1579, y él, a los noventa años, el 30 de noviembre de 1611”.
[22]
Atribuido a Antonio de Pereda.
[23]El
primero en plasmar por escrito las
nuevas ideas sobre el santo fue en 1522 el dominico Isidoro Isolano en su libro
“Summa de donis S. Josephi”, pero el
inspirador de la iconografia grequiana
sería el profesor de Lovaina J.
Molano a través de su obra “De historia sacrarum” (1570), que fue muy utilizada
por los artistas y conoció múltiples reediciones. Molano aconsejaba
representar al santo como protector del
Niño Jesús “juvenis, fortis et volens,
qui potuerit industria et labore aetatis virginem defendere”.
[24]Una
versión reducida de esta composición se
guarda en el Museo de Santa Cruz de Toledo, procedente de la iglesia de la
Magdalena. Algunos lo consideran boceto
para el cuadro de la capilla, “aunque se trate de una obra excesivamente
acabada para ser considerada como tal”, según Álvarez Lopera.
[25]
No puedo compartir la “justificación” que a esta operación da Palma Martínez –Burgos:
“Una venta, sin duda, bienintencionada,
puesto que el propósito era afrontar las muchas cargas testamentarias que había
establecido el piadoso fundador y acometer los arreglos necesarios para que la
capilla no se viniese abajo” (Palma Martínez-Burgos,
ob.cit, pág.38.)
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